UNIVERSIDAD
NACIONAL DEL COMAHUE
FACULTAD DE
LENGUAS
TRADUCTORADO EN
IDIOMA INGLÉS
CÁTEDRA: Gramática
española I
Ficha
de cátedra: Tiempo, modo y aspecto en
español
1. Introducción
Las
nociones semánticas de temporalidad, modalidad y aspectualidad se manifiestan a
través del tiempo, el modo y el aspecto gramatical, que, junto con la
concordancia de número y persona, forman parte de la morfología flexiva
asociada al verbo. Sin embargo, las nociones semánticas mencionadas pueden
manifestarse por medio de otros recursos lingüísticos, además de la morfología
flexiva verbal y no existe necesariamente una correspondencia unívoca entre
éstas y las nociones gramaticales. Así, se distingue entre la temporalidad o
tiempo real, que supone una línea continua, infinita, que se proyecta desde un
origen hasta el futuro, de los tiempos gramaticales, que son finitos y se
interpretan de manera composicional. La idea de composicionalidad refiere al
hecho de que el tiempo gramatical sitúa un evento en relación con otro u otros
puntos de la línea temporal. Esa relación puede ser simultánea, anterior o
posterior. Esta misma distinción tenemos en cuanto al modo: la modalidad
refiere a la actitud del hablante y puede expresarse de diferentes maneras. Una
de sus manifestaciones es por medio del modo gramatical: indicativo y
subjuntivo. Suele considerarse que el indicativo está asociado a una modalidad
asertiva (Seguramente, Juan
llega/??llegue temprano), mientras que el subjuntivo se vincularía con un
menor grado de certeza (Tal vez, Juan
??llega/llegue temprano). Sin embargo, solo en algunos casos es posible
observar esta correspondencia, ya que las condiciones de aparición del modo
gramatical está determinado en un gran número de casos por el verbo que lo
selecciona, más que por la actitud del hablante. Así, un verbo como suponer, que indica una modalidad no
asertiva, selecciona el modo indicativo para su complemento: Supongo que Juan viene/*venga hoy. La
aspectualidad, por su parte, refiere a la manera en la que se desarrolla un evento,
pero resulta evidente que la distinción gramatical entre perfecto e imperfecto
no es suficiente para contemplar todas las maneras de desarrollo posibles.
Además, tampoco alcanza para entender por qué es posible decir Ana solía cocinar, pero no *Ana solía morir.[1]
Finalmente, cabe agregar que tanto la temporalidad como la modalidad y la
aspectualidad no solo se manifiestan por medio de las categorías gramaticales
de tiempo, modo y aspecto, en cuanto información flexiva del verbo, sino que se
ponen en evidencia por medio de diferentes recursos, como el uso de adverbios,
oraciones temporales, perífrasis verbales, adjuntos de modalidad, etc.
2. El tiempo gramatical y otras manifestaciones de la
temporalidad
Las
lenguas presentan diferentes recursos para referir al tiempo. En español,
además de la morfología flexiva de tiempo propia de los verbos, encontramos
adverbios temporales como ayer, ahora, mañana, y también oraciones como cuando era chico, mientras
dormía, etc. Desde una primera aproximación intuitiva, lo único que
necesitaríamos son tres tiempos básicos: presente (ahora), pasado (antes de
ahora) y futuro (después de ahora). Como señalan Bosque & Gutiérrez- Rexach
(2009: 649), lo que necesitamos para caracterizar estos tiempos es un sistema
de dos dimensiones: el ahora, i.e., el momento del habla (H) y el punto o
intervalo donde situamos el evento (E). Teniendo en cuenta esto, es posible
utilizar la noción de deixis, que empleamos para hablar de los pronombres
personales y de los adverbios. Así como yo
señala al hablante, el tiempo presente señala el momento de habla. Sin embargo,
las relaciones que se pueden establecer son algo más complejas, al igual que lo
que sucede con los pronombres. Por ejemplo, en una oración como Cuando llegué a casa, las luces se habían
encendido, el evento las luces se
habían encendido es anterior al momento de habla, pero aparece vinculado a
otro evento con el que establece una relación de posterioridad. Este segundo
evento constituye un punto de referencia que permite anclar el evento principal
en un contexto determinado. Si recordamos lo que sucedía con los pronombres
personales, vemos que el comportamiento no es muy distinto: Juan resolvió todo, pero la maestra no lo felicitó. La
interpretación del clítico acusativo lo,
requiere de un referente en el contexto discursivo para poder ser interpretado.
Así,
al igual que los pronombres, que pueden clasificarse en deícticos y anafóricos,
con los tiempos verbales cabe esta misma distinción. Siguiendo la propuesta del
lógico Hans Reichenbach (1947), se reconoce que los tiempos verbales se
interpretan con respecto a tres puntos o coordenadas temporales:
El
tiempo del habla (H)
El
tiempo del evento (E)
El
tiempo de la referencia (R)
En
los tiempos deícticos como el presente, el pretérito perfecto/imperfecto y el
futuro, R coincide con E. En los demás tiempos, su distinción resulta
fundamental. Veamos un ejemplo:
(1)
Ayer Juan ya había terminado el artículo.
En
esa oración, el evento (terminar el
artículo) es anterior a H, pero se localiza en relación a una referencia,
que es ayer (R). Así, E es anterior a
R y ambos momentos son anteriores a H. En un esquema temporal, representaríamos
esta relación de la siguiente manera:
(2)
terminar el artículo (E) __ ayer (R)__ H
Los
adverbios temporales pueden relacionarse con el tiempo del evento o con el
tiempo de la referencia, si bien en la mayoría de los casos coinciden con ambos
(Llegué ayer/ Comeré esta noche) o se vinculan preferentemente a R, como en el
ejemplo anterior. Ahora bien, hay oraciones que pueden resultar ambiguas, como La secretaria se había ido a las tres.
La construcción a las tres se puede
interpretar en relación a E (i.e., la secretaria se fue a las tres) o en
relación a R (i.e., cuando dieron las tres, la secretaria ya se había ido).
Los
tiempos verbales pueden manifestarse morfológicamente o por medio de perífrasis
verbales. Las perífrasis verbales
son expresiones formadas por un verbo flexionado y otro no flexionado
(infinitivo, participio o gerundio), que conforman un constituyente sintáctico.
En algunos casos, puede mediar una preposición o una conjunción entre ambas
formas. Lo relevante de estas expresiones es que el verbo no flexionado es el
que presenta la información léxica (significado, selección argumental, etc.),
mientras que el verbo flexionado es una forma gramaticalizada, i.e., carece de
contenido léxico y aporta información de tipo gramatical. Los tiempo compuestos
del español son formas perifrásticas formadas por el “auxiliar” haber y una forma de participio (he
cantado; había corrido; habré saludado, etc.). Haber en este contexto carece de significado léxico. La otra
perífrasis temporal que presenta el español es la de futuro, formada por el
verbo ir + a + infinitivo (voy a cantar). En este contexto, ir ha perdido su valor semántico de
desplazamiento en una dirección y aporta el contenido gramatical de futuro.
Compare las oraciones de abajo:
(3)
a. Juan va al cine todos los domingo.
b. Juan va a casarse.
En
algunos casos, no es posible definir si estamos ante el verbo de desplazamiento
o ante la perífrasis. Sin embargo, solo cuando el verbo ir mantiene su contenido semántico podemos incorporar la meta entre
el verbo y el infinitivo.
(4)
Juan va a la iglesia a/para casarse.
3. El modo y otras
manifestaciones de la modalidad
A
diferencia del tiempo, que presenta muchas formas, el modo gramatical solo
tiene tres... en realidad dos (indicativo y subjuntivo) y una un poco
deficiente (imperativo). Como indicamos anteriormente, en algunos casos los
modos se corresponden con la actitud del hablante, pero no siempre esta
correlación es directa y en la mayoría de los casos el uso de uno u otro está
condicionado por factores gramaticales, como el tipo de modo que selecciona un
verbo o una conjunción subordinante. Veamos un ejemplo sencillo. Un hablante
puede dar una orden de diferentes maneras. Cualquiera sea el recurso que emplee
su actitud será la de dar una orden, i.e., conseguir que alguien haga algo.
Ahora bien, puede usa un imperativo (¡Abrí la ventana!), una forma condicional
(¿Abrirías la ventana?) o incluso una oración declarativa (Hace calor). Como
vemos, la forma que emplea el hablante para manifestar su pedido puede variar
bastante.
Por
esta razón, se plantea que la noción de modalidad interrelaciona tres conceptos
distintos: (1) el tipo de oración,
que depende del acto de habla que se quiera realizar; (2) la factualidad del evento, que indica el
grado de compromiso que adopta el hablante con respecto a la realidad que le
atribuye al evento denotado; y (3) la relación
entre el evento y sus participantes, en términos de obligación, capacidad o
intención.
Ya
referimos al tipo de oración, pero cabe señalar, en relación al modo
gramatical, que para dar una orden utilizamos tanto el imperativo, como el
subjuntivo, que es el único modo verbal que aparece para manifestar lo que se
conoce como imperativo negativo. Y, evidentemente, una orden no está en el
plano de lo irreal o la falta de asertividad del hablante.
(5) a. Comé todo.
b. No comas/comás todo.
c. *No comé todo.
Con
respecto a la factualidad del evento, encontramos distintos recursos. Morfológicamente,
suele utilizarse el condicional para atenuar el grado de compromiso del
hablante (6a). Sintácticamente, el hablante puede atribuir un carácter irreal
al enunciado, usando una oración condicional (6b) o agregar un grado de certeza
mayor usando ciertos predicados (6c). Otra forma de expresar la factualidad es
por medio de adjuntos de modalidad (6d).
(6)
a. El delincuente habría sido detenido.
b. Si el delincuente hubiera sido detenido, nos habríamos
enterado.
c. Es seguro que el delincuente fue detenido.
d. Aparentemente/Seguramente/Probablemente, el delincuente
fue detenido.
La
manifestación del tercer concepto, i.e., la relación entre el evento y los
participantes, se da por medio de perífrasis verbales (modales). Estas
perífrasis se caracterizan por la combinación de poder y deber más una
forma verbal de infinitivo. Nuevamente, es el infinitivo el que presenta
contenido léxico (significado, selección de argumentos, etc.). También
encontramos la perífrasis con tener que
+ infinitivo y, en ciertos registros, haber
de + infinitivo. Los auxiliares deber
y poder reconocen dos valores: uno epistémico, ligado a la posibilidad o
probabilidad de que ocurra un evento y otro deóntico, referido al sentido de permiso u obligación. Por ejemplo,
la oración Juan puede viajar a Buenos
Aires, se interpreta como existe la
posibilidad de que Juan viaje o bien como Juan tiene permitido viajar. También, puede entenderse que Juan es capaz de viajar. Lo mismo en Juan debe viajar a Buenos Aires,
interpretamos que hay probabilidad de que
Juan viaje o que Juan tiene la
obligación de viajar. En general, se prefiere una lectura por sobre la
otra, pero si observamos la oración interrogativa de (7), vemos que todas están
disponibles.
(7)
¿Podés abrir la ventana?
Interpretación
A: ¿Existe la posibilidad de que abras la ventana?
Interpretación
B: ¿Tenés la capacidad de abrir la ventana?
Interpretación
C: ¿Tenés permitido abrir la ventana?
5. El aspecto gramatical y
otras manifestaciones de la aspectualidad
Como
señalamos anteriormente, la aspectualidad refiere a la manera en la que tiene
lugar el evento. Esta noción tiene múltiples manifestaciones. Aquí nos
detendremos en su manifestación morfológica y en su manifestación en perífrasis
verbales. Desde el punto de vista morfológico, reconocemos en el pretérito la
distinción entre el pretérito perfecto (canté)
y el imperfecto (cantaba). Las formas
de perfecto ven el evento en su totalidad, sin analizarlo internamente,
mientras que el imperfecto, se enfoca en el desarrollo del evento. Por ejemplo,
Juan cantaba, no solo indica que ese
evento sucedió en el pasado, sino que agrega información en cuanto al
desarrollo de ese evento, por ejemplo, que el evento de cantar se dio con cierta duración o iteración.
Pero
cuando hablamos de la manera en la que tiene lugar un evento, sabemos que
podemos enfocarnos en el inicio o en el final de este, por ejemplo. Ninguna de
estas maneras de ver la estructura interna del evento cabe en la distinción
morfológica que conocemos. El español emplea otros recursos para manifestar la
información vinculada al desarrollo del evento: las perífrasis verbales aspectuales. Las perífrasis aspectuales pueden
enfocarse en el inicio del evento (perífrasis incoativas): comenzar a + infinitivo; empezó
a + infinitivo. También pueden enfocarse en el punto anterior al inicio del
evento (perífrasis inminenciales): estar
por + infinitivo; estar a punto de
+ infinitivo. Encontramos las que indican continuación (estar + gerundio, seguir
+ gerundio); las terminativas (terminar
de + infinitivo); las resultativas (llegar
a + infinitivo); las reiterativas (volver
a + infinitivo) y las habituales (soler
+ infinitivo). Todas estas forman indican la manera en la que el evento tiene
lugar.
Como
veremos, la noción de aspecto es bastante más compleja y atraviesa diferentes
clases de palabras. La imposibilidad de muchas combinaciones se explica por
cuestiones aspectuales. Sobre este punto, nos detendremos en las próximas
clases y en la próxima ficha de cátedra.
[1] En esta ficha comentaremos algunas cuestiones generales sobre el
aspecto gramatical. Nos detendremos en lo que se conoce como aspecto léxico en
la ficha de cátedra confeccionada por el Prof. José Silva Garcés.
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