miércoles, 22 de octubre de 2014

Ficha de cátedra: Tiempo, Modo y Aspecto


UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE
FACULTAD DE LENGUAS
TRADUCTORADO EN IDIOMA INGLÉS
CÁTEDRA: Gramática española I

Ficha de cátedra: Tiempo, modo  y aspecto en español

1. Introducción
Las nociones semánticas de temporalidad, modalidad y aspectualidad se manifiestan a través del tiempo, el modo y el aspecto gramatical, que, junto con la concordancia de número y persona, forman parte de la morfología flexiva asociada al verbo. Sin embargo, las nociones semánticas mencionadas pueden manifestarse por medio de otros recursos lingüísticos, además de la morfología flexiva verbal y no existe necesariamente una correspondencia unívoca entre éstas y las nociones gramaticales. Así, se distingue entre la temporalidad o tiempo real, que supone una línea continua, infinita, que se proyecta desde un origen hasta el futuro, de los tiempos gramaticales, que son finitos y se interpretan de manera composicional. La idea de composicionalidad refiere al hecho de que el tiempo gramatical sitúa un evento en relación con otro u otros puntos de la línea temporal. Esa relación puede ser simultánea, anterior o posterior. Esta misma distinción tenemos en cuanto al modo: la modalidad refiere a la actitud del hablante y puede expresarse de diferentes maneras. Una de sus manifestaciones es por medio del modo gramatical: indicativo y subjuntivo. Suele considerarse que el indicativo está asociado a una modalidad asertiva (Seguramente, Juan llega/??llegue temprano), mientras que el subjuntivo se vincularía con un menor grado de certeza (Tal vez, Juan ??llega/llegue temprano). Sin embargo, solo en algunos casos es posible observar esta correspondencia, ya que las condiciones de aparición del modo gramatical está determinado en un gran número de casos por el verbo que lo selecciona, más que por la actitud del hablante. Así, un verbo como suponer, que indica una modalidad no asertiva, selecciona el modo indicativo para su complemento: Supongo que Juan viene/*venga hoy. La aspectualidad, por su parte, refiere a la manera en la que se desarrolla un evento, pero resulta evidente que la distinción gramatical entre perfecto e imperfecto no es suficiente para contemplar todas las maneras de desarrollo posibles. Además, tampoco alcanza para entender por qué es posible decir Ana solía cocinar, pero no *Ana solía morir.[1] Finalmente, cabe agregar que tanto la temporalidad como la modalidad y la aspectualidad no solo se manifiestan por medio de las categorías gramaticales de tiempo, modo y aspecto, en cuanto información flexiva del verbo, sino que se ponen en evidencia por medio de diferentes recursos, como el uso de adverbios, oraciones temporales, perífrasis verbales, adjuntos de modalidad, etc.

2. El tiempo gramatical y otras manifestaciones de la temporalidad
Las lenguas presentan diferentes recursos para referir al tiempo. En español, además de la morfología flexiva de tiempo propia de los verbos, encontramos adverbios temporales como ayer, ahora, mañana, y también oraciones como cuando era chico, mientras dormía, etc. Desde una primera aproximación intuitiva, lo único que necesitaríamos son tres tiempos básicos: presente (ahora), pasado (antes de ahora) y futuro (después de ahora). Como señalan Bosque & Gutiérrez- Rexach (2009: 649), lo que necesitamos para caracterizar estos tiempos es un sistema de dos dimensiones: el ahora, i.e., el momento del habla (H) y el punto o intervalo donde situamos el evento (E). Teniendo en cuenta esto, es posible utilizar la noción de deixis, que empleamos para hablar de los pronombres personales y de los adverbios. Así como yo señala al hablante, el tiempo presente señala el momento de habla. Sin embargo, las relaciones que se pueden establecer son algo más complejas, al igual que lo que sucede con los pronombres. Por ejemplo, en una oración como Cuando llegué a casa, las luces se habían encendido, el evento las luces se habían encendido es anterior al momento de habla, pero aparece vinculado a otro evento con el que establece una relación de posterioridad. Este segundo evento constituye un punto de referencia que permite anclar el evento principal en un contexto determinado. Si recordamos lo que sucedía con los pronombres personales, vemos que el comportamiento no es muy distinto: Juan resolvió todo, pero la maestra no lo felicitó. La interpretación del clítico acusativo lo, requiere de un referente en el contexto discursivo para poder ser interpretado.
Así, al igual que los pronombres, que pueden clasificarse en deícticos y anafóricos, con los tiempos verbales cabe esta misma distinción. Siguiendo la propuesta del lógico Hans Reichenbach (1947), se reconoce que los tiempos verbales se interpretan con respecto a tres puntos o coordenadas temporales:

El tiempo del habla (H)
El tiempo del evento (E)
El tiempo de la referencia (R)

En los tiempos deícticos como el presente, el pretérito perfecto/imperfecto y el futuro, R coincide con E. En los demás tiempos, su distinción resulta fundamental. Veamos un ejemplo:

(1) Ayer Juan ya había terminado el artículo.

En esa oración, el evento (terminar el artículo) es anterior a H, pero se localiza en relación a una referencia, que es ayer (R). Así, E es anterior a R y ambos momentos son anteriores a H. En un esquema temporal, representaríamos esta relación de la siguiente manera:

(2) terminar el artículo (E) __ ayer (R)__ H

Los adverbios temporales pueden relacionarse con el tiempo del evento o con el tiempo de la referencia, si bien en la mayoría de los casos coinciden con ambos (Llegué ayer/ Comeré esta noche) o se vinculan preferentemente a R, como en el ejemplo anterior. Ahora bien, hay oraciones que pueden resultar ambiguas, como La secretaria se había ido a las tres. La construcción a las tres se puede interpretar en relación a E (i.e., la secretaria se fue a las tres) o en relación a R (i.e., cuando dieron las tres, la secretaria ya se había ido).
Los tiempos verbales pueden manifestarse morfológicamente o por medio de perífrasis verbales. Las perífrasis verbales son expresiones formadas por un verbo flexionado y otro no flexionado (infinitivo, participio o gerundio), que conforman un constituyente sintáctico. En algunos casos, puede mediar una preposición o una conjunción entre ambas formas. Lo relevante de estas expresiones es que el verbo no flexionado es el que presenta la información léxica (significado, selección argumental, etc.), mientras que el verbo flexionado es una forma gramaticalizada, i.e., carece de contenido léxico y aporta información de tipo gramatical. Los tiempo compuestos del español son formas perifrásticas formadas por el “auxiliar” haber y una forma de participio (he cantado; había corrido; habré saludado, etc.). Haber en este contexto carece de significado léxico. La otra perífrasis temporal que presenta el español es la de futuro, formada por el verbo ir + a + infinitivo (voy a cantar). En este contexto, ir ha perdido su valor semántico de desplazamiento en una dirección y aporta el contenido gramatical de futuro. Compare las oraciones de abajo:

(3) a. Juan va al cine todos los domingo.
b. Juan va a casarse.

En algunos casos, no es posible definir si estamos ante el verbo de desplazamiento o ante la perífrasis. Sin embargo, solo cuando el verbo ir mantiene su contenido semántico podemos incorporar la meta entre el verbo y el infinitivo.

(4) Juan va a la iglesia a/para casarse.

3. El modo y otras manifestaciones de la modalidad
A diferencia del tiempo, que presenta muchas formas, el modo gramatical solo tiene tres... en realidad dos (indicativo y subjuntivo) y una un poco deficiente (imperativo). Como indicamos anteriormente, en algunos casos los modos se corresponden con la actitud del hablante, pero no siempre esta correlación es directa y en la mayoría de los casos el uso de uno u otro está condicionado por factores gramaticales, como el tipo de modo que selecciona un verbo o una conjunción subordinante. Veamos un ejemplo sencillo. Un hablante puede dar una orden de diferentes maneras. Cualquiera sea el recurso que emplee su actitud será la de dar una orden, i.e., conseguir que alguien haga algo. Ahora bien, puede usa un imperativo (¡Abrí la ventana!), una forma condicional (¿Abrirías la ventana?) o incluso una oración declarativa (Hace calor). Como vemos, la forma que emplea el hablante para manifestar su pedido puede variar bastante.
Por esta razón, se plantea que la noción de modalidad interrelaciona tres conceptos distintos: (1) el tipo de oración, que depende del acto de habla que se quiera realizar; (2) la factualidad del evento, que indica el grado de compromiso que adopta el hablante con respecto a la realidad que le atribuye al evento denotado; y (3) la relación entre el evento y sus participantes, en términos de obligación, capacidad o intención.
Ya referimos al tipo de oración, pero cabe señalar, en relación al modo gramatical, que para dar una orden utilizamos tanto el imperativo, como el subjuntivo, que es el único modo verbal que aparece para manifestar lo que se conoce como imperativo negativo. Y, evidentemente, una orden no está en el plano de lo irreal o la falta de asertividad del hablante.

(5) a. Comé todo.
b. No comas/comás todo.
c. *No comé todo.

Con respecto a la factualidad del evento, encontramos distintos recursos. Morfológicamente, suele utilizarse el condicional para atenuar el grado de compromiso del hablante (6a). Sintácticamente, el hablante puede atribuir un carácter irreal al enunciado, usando una oración condicional (6b) o agregar un grado de certeza mayor usando ciertos predicados (6c). Otra forma de expresar la factualidad es por medio de adjuntos de modalidad (6d).

(6) a. El delincuente habría sido detenido.
b. Si el delincuente hubiera sido detenido, nos habríamos enterado.
c. Es seguro que el delincuente fue detenido.
d. Aparentemente/Seguramente/Probablemente, el delincuente fue detenido.

La manifestación del tercer concepto, i.e., la relación entre el evento y los participantes, se da por medio de perífrasis verbales (modales). Estas perífrasis se caracterizan por la combinación de poder y deber más una forma verbal de infinitivo. Nuevamente, es el infinitivo el que presenta contenido léxico (significado, selección de argumentos, etc.). También encontramos la perífrasis con tener que + infinitivo y, en ciertos registros, haber de + infinitivo. Los auxiliares deber y poder reconocen dos valores: uno epistémico, ligado a la posibilidad o probabilidad de que ocurra un evento y otro deóntico, referido al sentido de permiso u obligación. Por ejemplo, la oración Juan puede viajar a Buenos Aires, se interpreta como existe la posibilidad de que Juan viaje o bien como Juan tiene permitido viajar. También, puede entenderse que Juan es capaz de viajar. Lo mismo en Juan debe viajar a Buenos Aires, interpretamos que hay probabilidad de que Juan viaje o que Juan tiene la obligación de viajar. En general, se prefiere una lectura por sobre la otra, pero si observamos la oración interrogativa de (7), vemos que todas están disponibles.

(7) ¿Podés abrir la ventana?
Interpretación A: ¿Existe la posibilidad de que abras la ventana?
Interpretación B: ¿Tenés la capacidad de abrir la ventana?
Interpretación C: ¿Tenés permitido abrir la ventana?

5. El aspecto gramatical y otras manifestaciones de la aspectualidad
Como señalamos anteriormente, la aspectualidad refiere a la manera en la que tiene lugar el evento. Esta noción tiene múltiples manifestaciones. Aquí nos detendremos en su manifestación morfológica y en su manifestación en perífrasis verbales. Desde el punto de vista morfológico, reconocemos en el pretérito la distinción entre el pretérito perfecto (canté) y el imperfecto (cantaba). Las formas de perfecto ven el evento en su totalidad, sin analizarlo internamente, mientras que el imperfecto, se enfoca en el desarrollo del evento. Por ejemplo, Juan cantaba, no solo indica que ese evento sucedió en el pasado, sino que agrega información en cuanto al desarrollo de ese evento, por ejemplo, que el evento de cantar se dio con cierta duración o iteración.
Pero cuando hablamos de la manera en la que tiene lugar un evento, sabemos que podemos enfocarnos en el inicio o en el final de este, por ejemplo. Ninguna de estas maneras de ver la estructura interna del evento cabe en la distinción morfológica que conocemos. El español emplea otros recursos para manifestar la información vinculada al desarrollo del evento: las perífrasis verbales aspectuales. Las perífrasis aspectuales pueden enfocarse en el inicio del evento (perífrasis incoativas): comenzar a + infinitivo; empezó a + infinitivo. También pueden enfocarse en el punto anterior al inicio del evento (perífrasis inminenciales): estar por + infinitivo; estar a punto de + infinitivo. Encontramos las que indican continuación (estar + gerundio, seguir + gerundio); las terminativas (terminar de + infinitivo); las resultativas (llegar a + infinitivo); las reiterativas (volver a + infinitivo) y las habituales (soler + infinitivo). Todas estas forman indican la manera en la que el evento tiene lugar.
Como veremos, la noción de aspecto es bastante más compleja y atraviesa diferentes clases de palabras. La imposibilidad de muchas combinaciones se explica por cuestiones aspectuales. Sobre este punto, nos detendremos en las próximas clases y en la próxima ficha de cátedra.



[1] En esta ficha comentaremos algunas cuestiones generales sobre el aspecto gramatical. Nos detendremos en lo que se conoce como aspecto léxico en la ficha de cátedra confeccionada por el Prof. José Silva Garcés.

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